Ninguna gema tiene una riqueza de colores como la de la turmalina: rosa, roja, amarilla, azul, violeta, negra, multicolor o, incluso, incolora. Fueron los holandeses quienes la introdujeron en Europa, cuando la importaron en 1703 desde Ceilán, a la República de Sri Lanka. Allí los pobladores la denominaban touramalli , que significa "piedra de colores mezclados". Desde siempre, los hombres y mujeres se han sentido atraídos por esta piedra a la que otorgaban propiedades extraordinarias. Se dice que la turmalina es capaz de transformar la energía negativa en positiva y mejorar la autoconfianza.
Es una gema de gran complejidad mineral y se la conoce con diferentes nombres según su color: verdelita (verde), rubelita (rosa, roja o violeta), dravita (amarillenta) o siberita (azul violeta), entre otros .
Su parecido con otras piedras preciosas ha hecho que, a lo largo de la historia, por ejemplo, se utilizaran turmalinas simulando que eran rubíes. Es el caso de distintas joyas de la corona rusa del siglo XVI.
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